La historia secreta de los hijos de Fangio y por qué no eran reconocidos como herederos
Oscar, Rubén y Juan Carlos tienen historias diferentes y recién se enteraron que eran hermanos cuando tenían más de 70 años.
Juan Manuel Fangio hubiera cumplido 110 años. Su legado deportivo aún se mantiene vigente y sus hazañas por el mundo lo convirtieron en un mito. Sus cinco títulos en la Fórmula 1 conformaron una gesta histórica que sólo fue superada por Michael Schumacher y Lewis Hamilton, aunque los cambios que se dieron en el deporte motor a lo largo de los años enaltecen la figura del argentino que conquistó al planeta cuando la tecnología ni siquiera estaba en los planes de los pilotos. Pero detrás de la figura del héroe nacional, se escondía una trama familiar que después de su muerte comenzó a resolverse.
Oscar Cacho Espinosa, Rubén Vázquez y Juan Carlos Rodríguez están unidos por el lazo sanguíneo del Chueco. Los tres sufrieron el destrato por no haber sido reconocidos por la leyenda que se instaló en la historia dorada del deporte nacional. Los ojos claros de un turquesa penetrante, los rostros alargados característicos por sus orígenes italianos y la calvicie heredada de su padre biológico representaban algunos elementos para no ignorar los resultados que brindaron los estudios cuando exhumaron el cuerpo de Fangio en el cementerio de Balcarce.
“Tenemos una historia completamente distinta. Yo compartí muchas cosas con mi viejo. Muchas carreras, viajes… hasta que mi mamá se separó de él. Pero Rubén no tuvo esa experiencia”, reconoció el mayor de los hermanos en diálogo con Infobae. “Pasa que Cacho siempre estuvo ligado al automovilismo”, reforzó Rubén.
Eran tiempos en los que Juan Manuel Fangio competía cerca de su primogénito, aunque no lo reconociera. “Siempre supe que era mi viejo. Al principio me crié con una familia que era del primer matrimonio de mi mamá. Fueron los años en los que iba a la primaria, cuando mi vieja se fue con él. Recién cuando terminé el secundario me fui a vivir a Mar del Plata y empecé a compartir cosas con ellos”, relató Oscar con el dolor que le provoca su memoria.
Su pasión por las tuercas le permitió desafiar a su padre, dado que “él no quería que corriera”. “Mi viejo nunca me ayudó, porque le hubiera gustado que fuera médico”, reconoció Cacho. Así, lejos de la facultad de medicina, sin estetoscópios, elementos quirúrgicos, termómetros ni jeringas, Oscar Espinosa adoptó la pasión de su padre con los kartings. “Después corrí en algunas categorías menores, hasta que en un Gran Premio me consiguió que participe en el equipo de Renault Gordini, donde estuve dos años”, detalló.
Tal vez su mejor momento haya sido en la década del sesenta cuando incursionó en el Turismo Carretera, donde Carlos Pairetti se lucía con el Trueno Naranja y él se destacaba con el Trueno Dorado. Fueron sus años más felices antes de que lo contratara Fiat y probara autos de Fórmula. Sin embargo, esa alegría nunca estuvo completa por un detalle: “Nunca corría con el apellido Fangio. Tenía el seudónimo de Cacho”.
El caso de Rubén Fangio fue completamente opuesto al de sus hermanos. En su pasado no hubo vértigo, ni adrenalina. “Lo mío no fue muy jugoso”, aclaró. “No fue ni emotivo, ni apasionante como es el automovilismo. Contrariamente a lo de Cacho, que él supo toda la vida quién era su padre, yo recién me enteré a los 63 años”...
Sin embargo, en su infancia tuvo contactos con el pentacampeón del mundo. “Yo era Vázquez, pero cuando me bautizaron él fue mi padrino”, recordó en el extenso diálogo que mantuvo con Infobae. “El parecido físico era tan notorio que todos me decía que podría ser el hijo de Fangio. Entonces empecé a indagar un poco porque los dos somos de Balcarce”, continuó.
Una conversación pendiente con su madre fue la clave para que se destapara la olla de la verdad. “En esa época era muy complejo consultarle a mi mamá quién era mi verdadero padre. Pero salió la verdad. Entonces comencé el juicio filiatorio, que no fue para nada fácil. Fueron 10 años de lucha jurídica hasta que se llegó a un final feliz. La Justicia dio su veredicto”, dijo Rubén, con una naturalidad sorprendente.
Para él, lo más importante fue encontrar su verdadera identidad. Según su mirada, “uno tiene que saber de dónde viene y hacia dónde va”. “Parte de mi corazón está con el padre que me crió, pero la identidad hay que buscarla, porque si yo no tengo identidad, mis hijos no la tendrán. Y mis nietos tampoco. Fue un logro haber llegado a esa conclusión”. Su experiencia fue similar a la de Juan Carlos Rodríguez, el último de los hermanos en confirmar su lazo familiar con Fangio, aunque su madre se lo había advertido en el pasado.
La Justicia dictaminó que los tres son los herederos de la supuesta fortuna que acumuló el piloto durante sus días de gloria. Algunas versiones periodísticas se animaron a suponer cifras cercanas a los 50 millones de dólares que fueron desmentidas por los propios protagonistas. “¿Qué herencia?”, preguntó con ironía Rubén Fangio. Los hipotéticos millones de dólares que están detrás del legado del Chueco nunca llegaron a destino de sus hijos. “Nosotros vivimos de nuestras jubilaciones. Una vez publicaron que íbamos a percibir 50 millones de dólares... Fue muy desafortunado, porque nos hizo sentir muy mal. La gente lo creyó y eso nos costó un grave problema. En mi caso hubo 10 años de ventaja, y eso es mucho tiempo. En una década pudieron pasar muchas cosas, porque recién ahora comenzamos la sucesión que nadie había hecho”, explicó.
“Con el uso del nombre, por ejemplo, tuvimos que interceder porque lo estaban explotando sin nuestro consentimiento. Estuvimos obligados a ceder en un montón de cosas, porque de otra manera había que ir a juicio. Y con la edad que tenemos no creo que nos sirva, porque son interminables”, agregó Oscar.
Con la adquisición del nombre de la marca, los hermanos confían en que surgirán nuevos proyectos positivos. “Como lo que ocurre con la Fundación Fangio, que es ajena a la familia, pero vamos a hacer todo lo posible para que siga adelante”, aclaró Cacho. “No podemos permitir que se caiga semejante legado”, argumentó.
Naturalmente, el aspecto económico alteró los intereses del resto de los familiares que portan el apellido Fangio. Uno de los ofendidos fue Juan Manuel II, sobrino del Chueco, quien también incursionó en el automovilismo: “Él tenía una relación bárbara conmigo, pero cuando pasó todo esto desapareció. No me habló más. Se borró. Todo lo que pertenecía a la herencia del viejo desapareció. Le hicieron firmar documentos con la creación de sociedades anónimas y hoy no hay nada de todo eso. No hay dinero en ningún lado”, completó Oscar. Sin cuentas bancarias desorbitadas, ni enormes fortunas por cobrar, a ellos les cambió la vida confirmar cuáles fueron sus verdaderos orígenes. Entre otros productos, hay más de 69 artículos con la marca Fangio, entre vinos, relojes, indumentaria deportiva, indumentaria de vestir y calzado deportivo, además de un automóvil que podría salir en el futuro con el nombre del corredor argentino. Sin embargo, la herencia más preciada fue la de portar el apellido de una gloria deportiva que permanecerá en la memoria colectiva y se transmitirá de generación en generación.