La lucha interna del oficialismo dejó a Fernández sin candidatura
El presidente no va a la reelección, pero reclama democratizar el FdT. El oficialismo, con varios aspirantes, pero ningún candidato.
Cuando ayer dio a conocer su declinación a la posibilidad de la reelección, Alberto Fernández solo sorprendió por la oportunidad que eligió para hacerlo. Se esperaba, sin embargo, que lo hiciera de un momento a otro porque la realidad siempre es más persuasiva que las palabras y destruye cualquier relato.
Las encuestas reflejan lo que los datos económicos y sociales cuantifican. Cuatro años -casi- transcurrieron desde el anuncio de la fórmula en la que lo acompañaba Cristina Kirchner. Esa sí que fue una sorpresa, potenciada por el hecho de que ella se ocupó de anunciarla por las redes dejando en claro quién era quién en ese experimento político.
Pero la fórmula falló. Nunca hubo "química" entre ellos. Desde el día en que asumió Fernández la presidencia, hasta hoy, la inflación trepó hasta superar el 100% anualizado, la deuda del Estado aumentó en US$ 83.268 millones hasta llegar a US$ 396.539 millones, mientras se multiplicaba la pobreza, la economía en negro y el deterioro laboral.
Su ministro de Seguridad y vocero oficioso, Aníbal Fernández, habló con claridad: "No se bajó, porque nunca se subió".
Difícilmente un Presidente podría ser reelecto en medio de una crisis inflacionaria como la actual.
Alberto Fernández no logró nunca liderazgo ni poder de decisión, aunque con su precandidatura buscaba ahora influir en el proceso electoral, probablemente con la intención de forzar una competencia entre los candidatos oficialistas. Aunque son muchos los que se lanzan, los únicos con posibilidad de protagonismo no están anotados, pero podrían estarlo.
La vicepresidenta, que garantiza un piso, pero también un techo de votos que se estanca en algo más del 25%; y Sergio Massa, ministro récord en materia de inflación pero optimista, ya que gestiona una ayuda de US$ 10.000 millones en EEUU para compensar el drenaje de reservas y así tratar de llegar a las PASO con una devaluación gradual, que supone imperceptible. Sería casi un milagro que con el ajuste que viene ejecutando desde agosto pudiera presentarse heroicamente como "el que evitó la explosión".
La semana que termina mostró en su plenitud la volatilidad del Gobierno. Una versión de la renuncia de Massa terminó con el desplazamiento del jefe de asesores de Alberto, Antonio Aracre. Luego de la reunión del jueves entre el Presidente y el ministro, ayer se precipitó la retirada de la carrera electoral.
Está claro que el trípode del poder tiene en el Presidente a la pieza más endeble, y ayer la presión de Massa y Cristina logró sacarlo del escenario. Pero Massa y Cristina, también, son enemigos inconciliables.
Los "albertistas" hablaron de "renunciamiento y lo compararon con Eva Perón en 1952. Otros aseguraron que quería "dedicarse de lleno a la gestión".
Massa agradeció su "generosidad"; Scioli, que aspira a una nueva candidatura, destacó que el Presidente "nunca tomó una decisión en contra del pueblo argentino y esta es una prueba más de ello".
El ministro del Interior, Eduardo De Pedro, que tras la renuncia de Aracre había dicho que "hay otros funcionarios que no funcionan", ayer fue explícito: "Esta renuncia es un paso necesario para comenzar a ordenar al peronismo, darle vitalidad y volver a soñar".
En el video de renuncia, Alberto dijo creer "en la democracia como sistema para lograr nuestros objetivos en una comunidad organizada" (a pesar de llamar a la oposición 'la derecha maldita'). Defendió las primarias abiertas como forma de "garantizar que todos y todas los que se sientan capacitados para encarar este desafío puedan hacerlo". Y habló de la simbólica "lapicera del poder", esa que nunca él llegó a empuñar: "Démosle la lapicera a los militantes", reclamó para "democratizar" al Frente de Todos.
Para la oposición, la declinación del Presidente no altera el escenario. El radical Mario Negri opinó que la decisión "no mueve el amperímetro" y el presidente del bloque PRO, Cristian Ritondo, dijo que "la noticia hubiera sido que se presente".
Con o sin Fernández, ambas coaliciones deberán ajustar sus planes. Ambas muestran fracturas lo suficientemente profundas que anticipan una probable fragmentación electoral.
En el Frente de Todos conviven ideologías, proyectos e intereses antagónicos. El desdoblamiento de las elecciones en todas las provincias habla de la desconfianza de los gobernadores en los liderazgos nacionales.
Y en Juntos por el Cambio, simplemente, deberán decidir si siguen juntos y si comparten un proyecto de país.